sábado, 24 de agosto de 2013

IV Congreso Internacional de la Sociedad de Estudios Irlandeses y Latinoamericanos (SILAS) / VIII Simposio de Estudios Irlandeses en Sudamérica


Del 13 al 15 de agosto se llevó a cabo el IV Congreso Internacionl de la Sociedad de Estudios Irlandeses y Latinoamericanos (SILAS)  y VIII Simposio de Estudios Irlandeses en Sudamérica
en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, Argentina.
Acá van algunas fotos:






Maureen Murphy Profesora de la Universidad de Hoftstra, Nueva York, en la Conferencia de Clausura: La misión de nustra Señora del Rosario en la protección de las niñas inmigrantes Irlandesas








El Profesor Ailbhe Ó' Corráin de la Universidad de Ulster y Director del Instituto de Estudios Celtas e Irlandeses, en su ponencia sobre Poesía Bárdica y el Humanismo del Norte de Europa: El Caso de Giolla Brighde Ó hEpodhasa.






El Embajador de Irlanda en Argentina, James McIntyre, el traductor argentino Mariano Galassi y el escritor argentino Juan José Delaney







Minutos antes de mi ponencia sobre los problemas de la traducción de poesía con el Embajador McIntyre.









Con la Lic. en Lengua y Literatura Inglesa Natalia Muguiro quien disertó sobre Sociolinguística en la Literatura, el caso del Irish-English after perfect en la obra de Sean O´Casey.






Durante la recepción que ofreció la Embajada de Irlanda en Argentina, con el Cónsul Jerry O'Donovan, el bailarín de danzas Irlandesas Alejandro Mahon y el Embajador McIntyre








Con el tesorero de la Asociación Argentino Irlanesa Luis Cuenca, O'Donovan, Mc Intyre y la Prof.
María Graciela Eliggi del comité organizador del Simposio.







En la exhibición que se llevó a cabo en el Auditorio Municipal, a cargo de la delegación de la Asociación Argentino Irlandesa de Bahía Blanca, acá Angela Cesetti cantando, acompañada de su guitarra, hermosas canciones irlandesas.





Leyendo dos poemas de Banshee.







Los bailarines Lucía González Flaherty y Alejandro Mahon.











El grupo de baile de danzas irlandesas: María Rosa Keegan, Lucía González Flaherty, Alejandro Mahon y Víctor Ferracutti Kincaide








La muestra de la pintora Bahiense Élida Honoré Kent.









La delegación de Bahía Blanca en el evento cultural: Nancy Ferracutti Kincaide, la coordinadora del Simposio Profesora María Graciela Eliggi, María Elena Kincaide, la Lic Laura Izarra (Brasil) del comité organizadr del Simposio, Angela Cesetti, Víctor Ferracutti Kincaide y Luis Cuenca








Durante uno de los almuerzos compartidos: el Profesor  y traductor José Francisco Fernández Sánchez,  de la Universidad de Almería, España,  el Profesor Ailbhe Ó' Corráin, el Profesor Jean Phillippe Imbert de la Universidad de Dublin, Irlanda, Steve Gooch Profesor de Purdue University, USA, la escritora  argentina Liliana Doyle y  la Dra Gena Burton de Missouri, USA.







El director de cine y televisión irlandés Thaddeus O'Sullivan, Beatriz Kopschitz Bastos (ABEI/SILAS)  y el Profesor Lance Pettitt de Inglaterra.







Otro almuerzo compartido de un Simposio donde el común denominador fue la camaradería en el marco de una excelente organización.




martes, 20 de agosto de 2013

Juan José Delaney: Memoria de Theophilus Flynn



  


"Igualmente memorable fue la visita de otro Irish-American, ocurrida en junio de 1963. Fue en Limerick, situada, también, no muy lejos de Waterford. Ocurrió que como Presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy volvía a la Vieja Irlanda, la tierra de sus ancestros. Las hermanas Morgan no iban a perderse el reencuentro por lo que, conducidos por Ted y su fiel Morris blanco, hacia Limerick se encaminaron. Una multitud los había precedido. Sobre el ocasional escenario erigido al aire libre se encontraba una mujer que hablaba incansablemente olvidando que no era a ella a quien toda esa gente había ido a escuchar.
Detrás estaban las autoridades locales, parientes más o menos lejanos del mandatario estadounidense y, sonriendo, Jack y Jacqueline, sentados en primera fila. Cuando finalmente la oradora terminó, el Presidente se puso de pie y tomó el micrófono. Empezó diciendo que se sentía muy felíz de estar en Limerick, la tierra de las mujeres bellas y los caballos rápidos. Ante tal aseveración que evocaba una tradición inexistente o por lo menos  desconocida, la audiencia quedó unos segundos muda hasta que, gradualmente, empezó a entender la chanza, la alteración o distorsión que esas palabras subterráneamente querían sugerir: en verdad, la tierra de las mujeres rápidas y los bellos caballos... Muy poco duró la vacilación: pronto una carcajada general- seguramente iniciada por mujeres- festejó la ocurrencia. No habló mucho más. Lo inolvidable fue la alegría del reencuentro de esa comunidad con aquel hijo de la inmigración que había llegado muy lejos y que, en verdad nunca se había ido de Irlanda."


Juan José Delaney, Memoria de Theophilus Flynn, Corregidor, 2012.


Juan José Delaney nació en Buenos Aires en 1954. Es profesor de Letras, egresado de la Universidad del Salvador donde actualmente se desempeña como titular del Seminario de Literatura Argentina del Siglo XX y Coordinador del Irish Studies Program.   
Narrador y ensayista, ha publicado Papeles del Desierto, volumen que reúne cuentos escritos entre 1974 y 2004, Tréboles del Sur (1994), colección de historias referidas a los inmigrantes irlandeses en la Argentina, que obtuvo el Tercer Premio Municipal de Literatura de la Ciudad  de Buenos Aires, y la novela Moira Sullivan (1999).
En 2006 Ediciones Corregidor dio a conocer su ensayo Marco Denevi y la sacra ceremonia de la escritura. Una biografía literaria,  proyecto por el que había sido becado por el Fondo Nacional de las Artes y  por cuya realización obtuvo el Primer Premio Municipal “Eduardo Mallea”, del Gobierno de la Ciudad  Autónoma  de Buenos Aires.
Es autor de La viuda de O'Malley, comedia dramática sobre inmigrantes irlandeses en la Argentina..
Recientemente Ediciones Corregidor publicó su nouvelle titulada Memoria de Theophilus Flynn.




domingo, 11 de agosto de 2013

William Butler Yeats: El Globo de la Mente






Manos, hagan lo que se les pide:                     :
traigan el globo de la mente
que se expande y arrastra  en el viento
hasta su  angosto galpón.


Hands, do what you’re bid:
bring the balloon of the mind
that bellies and drags in the wind
into its narrow shed.          

William Butler Yeats (The Balloon of the Mind)

Versión: Marina Kohon


viernes, 2 de agosto de 2013

Samuel Beckett: En el Cilindro








EN EL CILINDRO


Visto desde el suelo en todo su contorno y toda su altura presenta una superficie ininterrumpida. Y sin embargo su mitad superior está acribillada de nichos. Esta paradoja se explica por la naturaleza de la iluminación cuya omnipresencia escamotea los huecos. Sin hablar de su debilidad. Buscar un nicho desde abajo con los ojos nunca se ha visto. Es raro que los ojos se eleven. Cuando lo hacen es hacia el techo. Suelo y muro están vírgenes de toda señal que pudiera servir de punto de referencia. Escalas levantadas siempre en los mismos lugares los pies no dejan huellas. Las cabezadas y los puñetazos contra el muro tampoco. Habría huellas que la iluminación impediría ver. El escalador que lleva su escala para levantarla en otro sitio lo hace a ojo de buen cubero. Es raro que se equivoque más de unos centímetros. Contando con la disposición de los nichos el error máximo es de un metro aproximadamente. Bajo el efecto de la pasión su agilidad es tal que incluso la desviación no le impide alcanzar un nicho cualquiera sino el previamente elegido ni a partir de él aunque con más dificultad recuperar la escala de un vencido o de una vencida o mejor aún de la vencida. Está sentada contra el muro con las piernas levantadas. Tiene la cabeza entre las rodillas y los brazos alrededor de las piernas. La mano izquierda sobre la tibia derecha y la derecha sobre el antebrazo izquierdo. Los cabellos rojizos empañados por la iluminación llegan hasta el suelo. Le ocultan el rostro y toda la parte delantera del cuerpo hasta la entrepierna. El pie izquierdo está cruzado sobre el derecho. Ella es el norte. Más ella que los demás vencidos por su mayor firmeza. A quien excepcionalmente quiere tomar la estrella ella puede servirle. Tal nicho para el escalador poco inclinado a las acrobacias evitables puede encontrarse a tantos pasos o metros al este o al oeste de la vencida sin que naturalmente él la llame así o de otro modo incluso mentalmente. Ni que decir tiene que únicamente los vencidos ocultan su rostro. No todos lo hacen. De pie o sentados con la cabeza alta algunos se contentan con no abrir los ojos. Evidentemente está prohibido rehusar el rostro o cualquier otra parte del cuerpo al buscador que lo solicite y que puede sin temor a resistencias separar las manos de las carnes que ocultan y levantar los párpados para examinar el ojo. Hay buscadores que se dirigen a los escaladores sin intención de escalar y con el único objetivo de inspeccionar de cerca a tal o tal otro vencido o sedentario. Así es cómo los cabellos de la vencida han sido muchas veces levantados y separados y la cabeza levantada y el rostro puesto al desnudo y toda la parte delantera del cuerpo hasta la entrepierna. Una vez terminada la inspección es costumbre volver a dejar cuidadosamente todo como estaba tanto como sea posible. Una cierta moral compromete a no hacer a otro lo que viniendo de él os entristecería. Este precepto se sigue bastante en el cilindro en la medida en que la búsqueda no sufre por ello. Esta no sería más que una burla sin la posibilidad en caso de duda de controlar ciertos detalles. La intervención directa para ponerlos en evidencia no se hace apenas más que sobre las personas de los vencidos y sedentarios. Cara o espalda a la pared éstos en efecto no presentan normalmente más que un solo aspecto y en consecuencia se exponen a ser girados. Pero allí donde hay movimiento como en la arena y la posibilidad de ladear el objeto casi no son necesarias esas manipulaciones. Ocurre claro está que un cuerpo se vea obligado a inmovilizar a otro y colocarlo de una cierta manera para examinar de cerca una región particular o para buscar una cicatriz por ejemplo o una peca. A destacar finalmente la inmunidad bajo este aspecto de los que hacen cola para la escala. Obligados por la penuria de espacio a pegarse unos contra otros durante largos períodos no ofrecen a la mirada sino parcelas de carne confundidas. Mal haya el temerario llevado de su pasión que ose levantar la mano al menor de ellos. Como un solo cuerpo la cola se lanza sobre él. Esta escena sobrepasa en violencia todo lo que en ese género puede ofrecer el cilindro.

Samuel Beckett, Relatos, Tusquets Editores 2010

Traducción: Félix de Azúa, Ana M. Moix y Jenaro Talens